Dinámicas para sobrevivir

Thursday, October 18, 2007

Tristeza, por Eugenio TRÍAS



Cataluña es un país dinámico y lleno de vida que posee una importante creatividad en todos los ámbitos de la cultura: en pintura, en escultura, en arquitectura, en música, en pensamiento filosófico, en historia, en teoría literaria, en literatura (tanto en lengua española como en catalán). Posee así mismo una fuerza empresarial extraordinaria. Por eso quizás resulta tan llamativa la escasez y la mediocridad que se descubre, en términos generales, en el ámbito político. Salvo contadas excepciones el balance es sencillamente decepcionante. Es más: se tiene la impresión de que la vulgaridad ha arreciado y se ha intensificado en los últimos años.

Si en todas partes se constata el gran desfase que se produce entre el sector político y la vida real de la sociedad, en Cataluña ese decalage es alarmante, y en lugar de mitigarse o paliarse parece ir siempre en aumento. La ceguera respecto a una realidad compleja y plural cede ante cálculos políticos de muy escaso calado.

Parece como si se haya dejado en puro abandono a esa mitad de la población que se desentiende en las elecciones de las consultas, sobre todo en aquellas que no parecen concernirles. En lugar de ahondar en ese fenómeno de abstención los políticos parecen empeñarse en limitar su área de intervención con la vista puesta en minorías radicalizadas. El resultado es siempre el mismo: la Cataluña política y la Cataluña real, o sociológica, se hallan cada vez más separadas. Hoy, además, ha emergido, especialmente en formaciones independentistas, un personal político de una incultura abismal, o que sólo conoce, en el mejor de los casos, el estricto ámbito de una filología catalana concebida con la más llamativa estrechez de miras.

Pudo ser de otro modo, y algún día será preciso volver a recordar los primeros años de la transición, cuando se ideó una Cataluña que en temas lingüísticos y culturales se ajustase a la realidad. Eso sucedió sobre todo en el período –demasiado breve– del president Tarradellas.

La realidad catalana es bilingüe, y muestra un escenario de continuo y constante cruce transversal entre lenguas hermanas que los políticos se empeñan en declarar extranjeras. La educación, los medios de comunicación, la cultura en su conjunto debieran adecuarse a lo que hay; no al sueño delirante de una minoría.

¿Cómo no recordar el magnífico pacto cultural que propició Joan Rigol, y en el que participábamos personas del mundo de la cultura de las dos lenguas (Gil de Biedma, Josep Maria Castellet, Manuel Vázquez Montalbán, Jaume Lorés, Josep Ramoneda, yo mismo)? Ese efímero proyecto, que apenas cumplió medio año, tenía que haber marcado la pauta sobre los grandes temas de educación y cultura.

El tema –en su inaudita reincidencia– produce mucha tristeza, pues se pierden las mejores energías culturales en estériles polémicas que en razón del empecinamiento oficial no es posible dejar de lado. Y en cambio no se discute de lo que verdaderamente cuenta, que no es precisamente la “cuestión nacional”, sino los grandes retos de ideas y tendencias en todos los ámbitos de la creación.

http://www.elcultural.es

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3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Todo esto está muy bien, pero supongo que, los sueños delirantes de las minorías, es importante que estén representados.

10:40 PM  
Blogger Atlantida said...

Representados sí, pero no impuestos a la mayoría. Ni vendidos como si fueran un pensamiento general. ¿Cuándo comprenderemos que los nacionalismos son la zanahoria que por alcanzarla el obrero tira del carro del empresario?

Gracias por leer y opinar.

10:53 AM  
Anonymous Anonymous said...

Muy de acuerdo en el artículo y el comentario.

Me tranquiliza leerlo.

3:54 PM  

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