Dinámicas para sobrevivir

Saturday, November 01, 2008

Simone Weil

[Nouveaux Cahiers, año I, nº 2 y 3, 1 y 15 de abril de 1937]

Por poner otro ejemplo, si alguien se atreve a exponer ante un hombre de partido la idea de un armisticio en España, éste responderá con indignación, si es un hombre de derechas, que hay que luchar hasta el final por la victoria del orden y el aplastamiento de quienes generan la anarquía; responderá con no menos indignación, si es un hombre de izquierdas, que hay que luchar hasta el final por la libertad del pueblo por el bienestar de las masas trabajadoras, por el aplastamiento de los opresores y los explotadores. El primero olvida que ningún régimen político, sea el que sea, comporta desórdenes que puedan igualar de lejos los de la guerra civil, con las destrucciones sistemáticas, las matanzas en serie en la línea de fuego, el debilitamiento de la producción, los cientos de crímenes individuales cometidos cotidianamente en ambos campos debido a que cualquier granuja anda con un fusil en la mano. El hombre de izquierdas olvida por su parte que, incluso en el campo de los suyos, las necesidades de la guerra civil, el estado de sitio, la militarización del frente y de la retaguardia, el terror policial, la supresión de toda limitación, de toda garantía individual, anulan la libertad mucho más radicalmente de lo que lo haría el acceso al poder de un partido de extrema derecha; olvida que los gastos de guerra, las ruinas, la disminución de la producción, condenan al pueblo, y por mucho tiempo, a privaciones mucho más crueles de lo que lo harían sus explotadores. El hombre de derechas y el hombre de izquierdas olvidan ambos que largos meses de guerra civil han llevado a un régimen casi idéntico en los dos campos. Cada uno de ellos ha perdido su ideal sin darse cuenta, sustituyéndolo por una entidad vacía; para cada uno de ellos la victoria de lo que todavía llaman su idea no puede ya definirse más que por el exterminio del adversario; y cada uno de ellos, si se le habla de paz, responderá con desprecio con el argumento contundente de Minerva en Homero, el argumento de Poincaré en 1917: «Los muertos no la quieren».

No es casualidad que textos como éste se encuentren en la biblioteca de Humanidades cuyos cristales reventaron por el coche-bomba que explosionó el pasado jueves en la universidad de Navarra.

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